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Para BS y los que extraño
Te extraño como se extrañan las noches sin estrellas escuché hoy por enésima vez mientras caminaba-esperaba-miraba-bebía (sobre-las) ausentes estrellas. Como se extrañan las mañanas bellas. Por enésima ocasión. Por lo que quieras, no sé, pero te extraño. Y de allí pensar en el cliché para después advertir que en realidad nunca había escuchado eso de te extraño como se extrañan las noches sin estrellas… y mucho menos aquella parte de como se extrañan las mañanas bellas. Y descubrir también que, en efecto, no hay mejor forma de extrañar que como se extrañan las noches sin estrellas, que se extrañan igual que el olor a engrudo, el dolor premenstrual, una costra en la rodilla o, en suma, todo aquello que no cabe en la nostalgia, en la ambición desmedida del νόστος que todo lo devora, que todo lo convierte en otra cosa: ἄλγος.
Por eso yo te extraño así, como a las horribles noches sin estrellas, como a las calurosas mañanas bellas. O quizá como al viento cuando llueve, como a un barco, como a un lunes, como a las libélulas... como a cualquier cosa -no sé- pero te extraño.