: ¿Y si mejor me siento a esperar y no espero ya de pie, sino sentada, sobre la mano izquierda de alguien que alguna vez me conoció en su futuro? Ese pobre esa pobre que a su vez me mira diletante justo desde la línea del corazón y yo le digo: Basta. Basta ya, ¡deja de moverte de un año a otro que me haces cosquillas!
Por eso mismo, como me he puesto empática o qué se yo, me ha dado por esperar sentada y no de pie, como digo.
Si esperase de pie, me daría la tentación de zapatear sobre el destino, y ya hecho todo un desorden conocería ayer al padre de mis hijos y dentro de un mes a mi tío que debió morir antes de la semana pasada para poder nombrar en su honor a mi primer hijo que hubiera conocido hace dos años...
Y quizá también, cansada de esperar, brincaría de mano en mano hasta encontrar una con frutas de temporada y una playa en el dedo anular. Así, me habría escapado de nuevo de lo que me corresponde (porque no basta soñar con frutas de temporada y una playa en el dedo anular) Y allí se quedaría la otra mano, sin futuro; con una línea cortada o fantasmal, quizá sin línea o con un sólo punto transparente -imperceptible- donde antes se escribía mi nombre con las cinco letras. Y ese pobre esa pobre iría con una adivina de gordo turbante para preguntar por mi paradero, y allí de nuevo: "No, debe estar en una mano cálida por el invierno" o "No, andará de nuevo en alguna mano creativa, ya pasó la moda de los dedos largos". Y ese pobre esa pobre se volverían locos preguntando, estrechando otras manos con el temor de aplastarme o hundirme para siempre en el mar de mi playa anular. Por eso y por muchas otras cosas más, mejor espero sentada y no de pie sobre la mano izquierda de alguien.