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Me sé de tierra: tu tacto, la caricia serpentina de la lluvia. Piel del agua sobre mí, sobre el hombro, izquierda mariposa, que se resiste al vuelo. Junio trajo la lluvia. Yo el olvido. Mentiría ahora si digo que recuerdo. Que recuerdo de otros junios el sabor sobre mi lengua. Junios otros de manos entrelazadas: pretexto porque el viento es capaz, tan capaz de arrastrar un cuerpo solo. Sean entonces dos, dijimos, los cuerpos del verano: cuatro piernas, ocho brazos, dos cabezas y dos sexos. Seamos múltiples, multiplicados por las gotas, por la mano gentil del agua que se vuelve río y mar y no termina. Seamos dos, o cuatro, gocemos de su gracia, o entonces dos cuerpos un cuerpo pesado, un cuerpo de carne y piel de piel; el recuerdo de un cuerpo gastado: apabullado por el mes más triste, roído por la locura del mes segundo, aún titiritando por la soledad acompañada del invierno enero, cuerpo recuerdo, recuerdo del cuerpo que vive allí... allí hasta que se sabe perdido.