Avasallada

Va mi mensaje, botella al mar, para Sofía, mi compañera de viaje, pero también para K, JP, JR, M, S, N, señorita musgo en la almohada, Luis, y todos los conocidos y desconocidos que, encarnados, a diario me recuerdan que no todo es perder.

Hay instantes invasivos. Hay parajes, olores. Hay entonces una especie de certeza que aparece en un solo movimiento. La imagen: una nota sostenida; tan simple como una mano sobre el hombro. Simplísima como levantar el velo que cubre unos ojos ya saciados del ancestral vértigo de la angustia. El verbo: encarnar.
En esos ojos no habría nada más allá de la sola promesa de lo que ahí, en su nada, permanece.
La palabra: epifanía.  
Aquí no hay nada de especial. El comunsísimo lugar: amor. Soy esto re-cordis, que vuelvo a pasar una y otra vez por el corazón. Soy esto que en el tiempo de los augurios, de los horóscopos y las señales futiles, siente la mano sobre el hombro, la mirada fugaz de aquellos ojos ya saciados y sonríe. Sonríe.

0 comentarios: