Gatos
La mirada de los gatos tiene algo de pertubador, una oquedad apenas disimulada, quizá, un soplo de ausencia: miran, olfatean con las pupilas, cada vez como la primera. Un gato observa la mano de su compañero, larga, fatigosamente. No la recuerda, apenas la intuye. El felino se lanza sobre el juego de dedos, ninguna intención más que abatir su movimiento, a veces rápido o tal vez tentadoramente lento como los golpes de un bastón.
Así los amantes.
Un hombre y una mujer se aman, exhiben su amor en el lenguaje: voz, manos, ojos, labios, no son sino súbditos de aquel. Para el amante, el objeto de su amor es el amor mismo; lo incórporeo súbitamente materializado: “Amor, ¿tienes frío?” o “Perdóname, amor”, se escucha decir al enamorado. Sin embargo, el otro jamás pierde su calidad de objeto, de receptáculo pasivo que guarda lo que había permanecido escondido, “Encontré el amor” o lo que yo mismo, “Mi amor”, deposité en él. De esta manera, el amor fluye entre la consciencia y la inconsciencia: el sujeto se asume parcialmente como tal, pero al mismo tiempo se rechaza, prefiere ignorar que el amor es individual, producto de su propio discurso. ¿Por qué?, porque así se lo han enseñado. Con los primeros balbuceos ha aprendido, también, a crear el amor; años más tarde domina de forma tan precisa su discurso que no lo sabe, casi como se ignora todo lo que llamamos instintivo. El adolescente enamorado se regodea de sus gestos, de cada mirada ensayada, sin saberlo, desde la infancia; navega, primero tímido, entre los epítetos, “mi vida”, “mi cielo”, cruzan por su cabeza con ingrata soltura; al principio no se atreve a pronunciarlos en una sola emisión de voz, después lo hará de manera casi automática.
Pero los amantes se pierden, se pierden de vez en vez en su silencio, también aprendido. Se cree que el amor no debe romperse, una vez que se construye, armado como un rompecabezas, debe preservarse intacto, nunca mutar. El problema es que, como una idea platónica, el discurso amoroso permanece en dos niveles: el de la lengua y el del habla. Como sistema permance impoluto, está allí en todo momento con sus conjugaciones y signos de puntuación, pero vive y permanece a través del habla. Cuando los amantes se han perdido, a veces sólo por minutos, probablemente por días, el lenguaje desaparece. El amor, dirán que miento, deja de existir; se desvanece dejando en su lugar a la nada, cuando no al odio más elemental. Entonces, el hombre, como el gato, mira el rostro del otro como si fuera la primera vez y tan sólo lo intuye conocido. Como el gato, aprieta las últimas palabras que le quedan y ya sin discurso, sin amor, el instinto de preservarse o morir lo impulsa a la destrucción: herir, matar la sonrisa, el llanto o la palabra del otro. Alguno de los dos se ha desviado, alguno de los dos ha dejado de hablar la misma lengua: receptáculo inútil, agujerado. No importa el dolor del otro, no importa el llanto ni importaría la sangre toda, pues el infractor debe pagar la brutal ofensa de haber roto el circuito sagrado del amor. Después de esto, lo que resta es el silencio y, de nuevo, la mirada hueca del felino, ausente, frugal como la vez primera, que espera el roce de una mano, un labio o un brazo para volver a decir, como antes, te amo.
2 comentarios:
- Anonymous said...
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El amor es la 'humanización' del instinto de reproducción. No hay más. El amor es un instinto educado, y como todo instinto, es egoista.
Mejor aun, es un egoismo compartido, es la convergencia de dos individualidades en otro ser, completamente ficcional, que busca una entidad que de sentido a su existencia.
El amor pues, es una unión, pero una unión nacida de una fractura. El amor nunca es una pieza completa, nunca es un solo instinto.
El problema empieza cuando ese ser ficcional encuentra un sentido y busca individualizarse. El resultado: un ente fracturado, que busca ser reconocido como uno sólo.
Justo aquí es donde el amor alcanza los terrenos del teatro y del drama... y a veces de la comedia...
Y es aquí cuando el telón cae y nos damos cuenta que el amor perfecto no existe, que es una imposibilidad, que nos tendremos que conformar con ser actores cuyo exito radicará en el uso adecuado de las mascaras que hemos adquirido, que hemos aprendido... -
30/1/07 11:58 AM
- Anonymous said...
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Puedo ver con cierto dejo de alegría, mucha nostalgia también, que mi entrada no está a la altura de tu comentario. Un beso y un abrazo para ti.
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30/1/07 4:31 PM
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