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El mar, yo, y un ensayo de lo que puede llegar a ser
El mar
Crecí con el mar. El mar me enseñó el temor. La sombra de la muerte en las fosas nasales, en la punta del cabello amasijo de alga. Allí aprendí el primer espasmo. El primer dolor de la asfixia en el pecho aturdido igual que un pez. Con el mar conocí la hechura de mi cuerpo. Carne. Burda carne. Sólo piel arrugada. Tan débil que el mar con su invisible tacto deshace. Pero crecí. No me fui como un papalote rumbo al centro. No me tragó su vientre de mil pulpos. No me escupió su palabra en la orilla. Sentada allí, entre la arena, no soy más que lo que soy. Soy mi justa medida. Hombros, brazos, pies, ojos. Soy toda rostro y toda mar que es un espejo.
Yo
Y todavía yo.
Por eso en el mar sólo el murmullo. Por eso vuelvo.
Un ensayo
Trato de recordar. Trato de recordarme sin mar a la redonda. La niebla. La montaña. La pertinaz llovizna. Todo aquello se me ha convertido en un guiño. En una amapola, un ave, un hombre, una sombrilla. Por eso guardo un trozo de raíz en mi bolsillo derecho. La anudo, la olfateo de vez en vez: agua de sal. Sólo sola sal. Aun, si he de elegir un cuerpo elijo el mío. El tartamudo. Elijo este cuerpo que nadie nombra. Este cuerpo con memoria. Elijo la cicatriz de mi barbilla. Elijo mis lunares. Escojo mis labios y mis manos que apenas aprenden a caminar. Elijo mi lengua y el sabor que guarda. Me quedo con mis piernas, con mis rodillas débiles y el recuerdo de las piedras. Me quedo con mi pie atardecido. Con el izquierdo cansado. Mudo. Con mi cuerpo hoy mudo, con el mar.... con eso, con eso me quedo hoy.
El mar
Crecí con el mar. El mar me enseñó el temor. La sombra de la muerte en las fosas nasales, en la punta del cabello amasijo de alga. Allí aprendí el primer espasmo. El primer dolor de la asfixia en el pecho aturdido igual que un pez. Con el mar conocí la hechura de mi cuerpo. Carne. Burda carne. Sólo piel arrugada. Tan débil que el mar con su invisible tacto deshace. Pero crecí. No me fui como un papalote rumbo al centro. No me tragó su vientre de mil pulpos. No me escupió su palabra en la orilla. Sentada allí, entre la arena, no soy más que lo que soy. Soy mi justa medida. Hombros, brazos, pies, ojos. Soy toda rostro y toda mar que es un espejo.
Yo
Y todavía yo.
Por eso en el mar sólo el murmullo. Por eso vuelvo.
Un ensayo
Trato de recordar. Trato de recordarme sin mar a la redonda. La niebla. La montaña. La pertinaz llovizna. Todo aquello se me ha convertido en un guiño. En una amapola, un ave, un hombre, una sombrilla. Por eso guardo un trozo de raíz en mi bolsillo derecho. La anudo, la olfateo de vez en vez: agua de sal. Sólo sola sal. Aun, si he de elegir un cuerpo elijo el mío. El tartamudo. Elijo este cuerpo que nadie nombra. Este cuerpo con memoria. Elijo la cicatriz de mi barbilla. Elijo mis lunares. Escojo mis labios y mis manos que apenas aprenden a caminar. Elijo mi lengua y el sabor que guarda. Me quedo con mis piernas, con mis rodillas débiles y el recuerdo de las piedras. Me quedo con mi pie atardecido. Con el izquierdo cansado. Mudo. Con mi cuerpo hoy mudo, con el mar.... con eso, con eso me quedo hoy.