De por qué cruzo los puentes como el chiste de la gallina

Locación: Laguna del Carpintero, Tampico, Tamaulipas, México, puente cerrado


Entonces llego. Tampico-Estadio. Estadio-Tampico. Las palmeras, el viento, la fama del cocodrilo desaparecido (Juancho es todos los lagartos. Juancho es el nombre impronunciable. Es el Nombre). No es que muera de envidia. No quiero ser palmera, ni viento ni mucho menos fama de lagarto. Tampoco es que quiera besar a un alumno de la Federal 5 ni levantarle la blusa a las populares piernas adolescentes del CBTis ciento y algo. También pasó el tiempo en el que quise ser niña y madre-una niña de verdad, una madre de verdad- y aprender a andar en bicicleta. Ahora me bastan los pies y ningún volante. Mi cabeza es el volante. Mi boca el freno.

Pero hay algo extraño en todos ellos. (Justificación. Eufemismo de "hay algo extraño en mí, notan los demás"). Es una felicidad tan simple como un bombón en la bombonera. Una plenitud inasible para los de acá, para los de atrás de la pantalla. Porque yo soy de los de acá y no de los de allá. Alguna vez, señores, claro está... quise ser de los de allá. Tomé a alguien de la mano y caminé cerca del manglar. Me armé de valor y subí al puente para llegar a la otra orilla. Quería dejar de soñar con ser un bombón en la bombonera. Quería entonces ser la escenografía de la laguna: una mujer enamorada que sustituye a otra siempre mujer enamorada. Quería ser uno de esos espíritus que rondan el agua dulce. Uno de esos hombres -perros, niños, señoras con camisetas del PRI- que guardan por las noches en el quiosco central para a las 5 am escuchar la voz del dios lagarto que dice: "Primero los corredores y los deportistas verosímiles". Y a las 9 "que salgan las amas de casa esculturales, nada más las de buena pierna, y... bueno, los desempleados". Y a las 4, cincuenta niños surtidos: "hoy´tú con uniforme", "hoy tú sin uniforme". Y a las 7, "que vivan los novios", "Debes darte a desear ¿si no qué vamos a hacer mañana?" Y así, quizá, un día a las 7:30 el dios lagarto me miraría y hubiese dicho: "Que pasen los que quieren llegar a la otra orilla". Y me imagino a mí, sorprendida, como quien gana un premio que finge inmerecido. "¿Yo? ¿De verdad yo?" Y allí andaría, temerosa, tratando de no distraer a los que sí hacen su trabajo. "Pero yo no soy verosímil", diría, mientras camino ya sin observar, sin pensar, con una felicidad inasible para ti, olvidando por completo por qué demonios quería llegar a la otra orilla.

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