Resulta que a mí me pasan montón de cosas raras. O también eso creía yo. Son más bien señales. Casualidades. Coincidencias que, depende de mi humor, me hacen la vida más comprensible o todo lo contrario, tan extraña. El caso es que yo voy por allí y, de repente, eso. Digamos una hoja que cae justo cuando pienso en una hoja que cae o, mejor, una gota de lluvia cuando lluevo. Me ocurre muchas veces, de distintas formas, porque la casualidad -las señales- nunca llegan con el mismo rostro. El punto es que en realidad, a veces son cosas tan extrañas que me las callo. Temo que piensen que todo me lo he inventado, que la ociosidad me ha hecho fantasear con los mensajes de un otro mundo que todo el tiempo piensa en mí y por eso, seguro por eso, sólo a mí me llama. Todo esto me llevó a reflexionar. Hace un par de semanas, en torno de una mesa de cantina donde, sí, regocijadamente departíamos tres alegres bohemios (aunque en realidad uno estaba no tan alegre, sino más bien medio ensoñando), decidí que era momento de compartir mis reflexiones. Así, le dije a S (que también colecciona señales al igual que medicamentos inservibles) que las coincidencias, las señales, sólo estaban allí porque uno mismo presta atención, es decir: ávida de señales, de todo el tapiz ilustrado que es el mundo, la señal es para mí el único rasgo significante. Lo único que me jala porque coincide, porque estoy en la disposición, en el ánimo (y ésas fueron las dos palabras que empleé, lo recuerdo) de recibirlas. Así, un tornillo habría pasado desapercibido para mí si no hubiese estado pensando en aquel hombre sin tornillos, lo mismo que la primera historia de Sueño profundo habría sido cualquier otra historia si al recibirla no hubiera estado yo en un sueño profundo.En corto, he pensado en las señales, y en esos pensamientos andaba cuando comencé a leer "Viajero por azar" de Haruki Murakami. Comencé la lectura normalmente, sin esperar nada, cuando en una de las primeras líneas, leo: "Yo -Murakami- soy el autor de estos relatos (...) La razón por la cual he decidido mostrarme ahora es porque creo que es mejor que narre directamente unos extraños sucesos que me ocurrieron en el pasado. A decir verdad mi vida es rica en este tipo de acontecimientos". El cuento es un cuento de las casualidades. De señales triviales y señales que cambian vidas. Qué cosas más raras, pensé. "Pues es verdad que a veces pasan cosas raras", leí.Hasta allí, todo bien... pero más adelante he leído, casi al final del relato: ..."Era fundamental que ocurriera ese algo. Y entonces pensé. Que una coincidencia fortuita tal vez sea un fenómeno normal y corriente. Es decir, que ese tipo de cosas ocurran constantemente, a diario, a nuestro alrededor. Sólo que nosotros no solemos prestarles atención y pasamos la gran mayoría por alto. Como sucede con los fuegos artificiales a pleno día, oímos un débil estallido pero, al alzar la vista al cielo, no vemos nada. Sin embargo, si estamos en una disposición de ánimo en la que necesitamos ardientemente que ocurra algo, tal vez envíen un mensaje dentro de nuestro campo visual y se hagan visibles. Que tomen una forma y un significado comprensibles para nosotros. Y que nosotros, al percibirlo, exclamemos sorprendidos: ¡Menudas cosas pasan! ¡Qué raro! Aunque en eso, de raro, no hay nada."Terminé de leer con una extraña sensación. Porque no sé si yo lo he pensado o lo he leído. Si yo lo he dicho pero alguno me dirá: ¡vaya, si es el agua tibia, todos lo sabemos! Que alguien lo diga o no vendría bien de igual modo, porque yo ya no sé si es una casualidad, si yo leo, si yo escribo, si debo tirar mi tornillo, si he hablado realmente con S, si S existe o si efectivamente las casualidades soy yo.

4 comentarios:

Luis Gonzalí said...

Es el cuento que me ibas a escanear y enviar?? Es el cuento que sigo esperando??

Elizabeth said...

No, ése no es. Y no tengo escáner, así que he optado por escribirlo, puño y letra, para ti. Incluso he comenzado, hay fragmentos ya en servilletas, en hojas secas, en paredes, sobre la espuma de los capuccinos. Quizá me tarde un poco, pero para octubre ya está y, lo mejor, la ciudad estará llena de señales para vos.

Clau Dennis said...

Señales, casualidades, causalidades...Sólo creo en la lluvia que cae mojando mis pensamientos, en el viento que infunde vida a mi cuerpo, en las esponjosas nubes que a capricho cambian de forma, en todo y en nada...
Besitos Nid...

Elizabeth said...

Es que las nubes, las nubes no están sujetas a la maldita forma. Un abrazo, Clau. Que todo sea por coincidir.