Simplezas

Aquí el otoño llegó pero noviembre aún no. Noviembre es falso. Una máscara cuyo envés es el rostro múltiple de sí, del otoño. Camino por la acera en las mañanas y mis pies levantan crujidos al pisar: crunch, crunch, crunch. El alarido de las hojas muertas. Me decepciona su color. Habría preferido que fuesen rojas y no mudas que a nadie le sientan bien, ese color de harapos que crujen. Mientras me pregunto con qué sueño. Hay un lugar que desconozco y al que todavía no he llegado. Lo visualizo como un jardín. Es ridículo pero siempre pienso en un jardín. Me respondo que sueño con cosas simples, tan simples que hay algo que me dice que para sueños tan asídesimples, este es demasiado ajetreo: mucho ruido y pocas nueces. En suma quiero ese jardín. Quiero el otoño y la primavera en un jardín. Quiero que sus hojas caigan, que sus flores mueran, que aparezcan otras nuevas tan iguales y distintas a las primeras. Quiero verme al espejo y descubrir que soy otra: la del tiempo. 

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