Avestruces

Hoy, mientras estaba en el periódico, dediqué unos cuantos minutos a mirar por los enormes cristales de ese edificio amorfo. No es que haya decidido hacerlo, seguro que no. Digamos, para quedar claros, que no fue uno de esos propósitos románticos, como cuando me imagino protagonista de alguna película ibérica mientras, melancólicamente, poso mi mirada sobre un grupo de niñas que saltan la cuerda o corren sin orden ni concierto (close up, alternativamente, a las piernas de una niña que salta y la hábil mano de otra más que mueve la cuerda. Slow motion. La cámara se aleja y aparezco yo, con mi mirada melancólica, close up sólo al perfil izquierdo); tampoco fue como cuando me miro en el espejo y recorro con una mueca exagerada de aprobación o rechazo cada una de las partes de mi cuerpo (hoy te ves más flaca que de costumbre, parece que estás enferma, ¿estaré enferma?, ojalá no esté enferma, si lo estás no puedes hacer gran cosa. El perfil izquierdo se ve mejor que el derecho, eres asimétrica, pero eso no importa porque parece que los ojos son iguales, eso ayuda). Digamos mejor que simplemente me descubrí mirando, con más ahínco, cuando una decena de avestruces viajeras, desconcertadas y curiosas, me devolvieron suspendida mi mirada.

2 comentarios:

Enrique said...

¡Magnífico! Si cada observador o medidor hablara el mundo habría sido hace mucho ya racionalizado todo. Me alegro por entender que todavía persisten percepciones tales como el encontrarse inmerso. Te felicito, no todo devenir es un bautismo.

Elizabeth said...

Zeyrus: Gracias por la sincera felicitación. Aunque hay algunas cosas de las que no estoy tan segura. Nos vemos por aquí.