Nuevas memorias de una joven formal

En Memorias de una joven formal, Simone de Beauvoir señala su desprecio hacia la labor del ejecutante, sea cual fuere su instrumento, por considerar que éste, amén su virtuosismo, jamás será capaz de materializar aquello que sólo en la partitura permanece en plena perfección. Por el contrario, en Homo Ludens, documental que aborda la realización del disco homónimo de Leo Brouwer, el compositor hace énfasis en la primacía de la ejecución; las notas, la partitura abandonada, son meros accesorios: la música, esa está en otra parte.
Mi relación con la música ha sido inconstante; siempre me pareció atractiva, pero lejana como un hotel de lujo. Llegué a preferir la idea de Simone, no sólo por parecerme divinamente nostálgica, sino porque me hacía atesorar la idea de que si yo aprendiese a leer música (para lo cual mostraba más aptitud) podría superar a todo ejecutante a pesar de mi total falta de talento musical.
Aún conservo un dibujo de mis últimos años de secundaria; sobre un papel cuadriculado, última hoja de algún cuaderno inservible, se distingue un cuerpo desproporcionado, de cabello largo y guitarra en mano que intenta ser un retrato de aquel hombre que, aseguraba, encontraría años después.
Huelga decir que lo encontré. Casi sin buscarlo, apareció un día a la puerta de un café: enfundado en una chamarra demasiado verde, demasiado grande también, llevaba en lugar de guitarra, una enorme maleta, había llegado para instalarse, de manera irrevocable, en mi vida.
Hoy hace cinco años que gastamos horas como servilletas, que peleamos por sus “inconsistencias discursivas” y mi necedad, que rompemos vasos y perdemos llaves, cinco años de desconocernos, de caminar, siempre juntos, por las calles de cualquier ciudad.
Mi idea acerca de los ejecutantes se ha modificado poco a poco, la belleza del error ha terminado por seducirme. Una nota a destiempo, una mirada de odio, una leve confusión de dedos, una palabra hiriente, son las únicas pistas de un cuerpo, un corazón imperfecto que llueve, hoy, con más fuerza.

2 comentarios:

Enrique said...

Todavía no termino de entender la injusta apreciación de los fragmentos que, regados y refiriendo siempre a una ruptura, abren nuevos espectros de pensamiento tan ricos como los fenómenos más primordiales y llenos de dioses que navegan por encima de las tinieblas. Beauvoir es una moderna terrible que, al igual que su feo acompañante hombre, nada en medio de dicotomías gratuitas y anuncia una vida guiada por lo presente carente de pasado y futuro; esto es, una existencia fundada en segmentos inextensos, en sinsentidos. Un ejecuntante verdadero tiene la enorme virtud de tender a la realización perfecta y borrar, cuando magnífico, los esquemas ideales previos que le dieron nacimiento. Es un trozo de realidad que vale la pena amar, y con esto no nos olvidamos propiamente de ninguna de las dos partes, error y dignidad se conjugan en la prudencia.

Elizabeth said...

zeyrus kuilg: hay ciertas cosas, y lo sabes bien, que nunca terminaremos de entender; como funcionan las relaciones mentales es una de ellas. Me da gusto que pases por aquí, a veces pienso que ya te perdí y me vuelves a encontrar por estos rumbos.
Un beso