Mi visita a la feria


Durante muchos años no fui a la feria; no me he subido a la rueda de la fortuna, nunca a la montaña rusa. Por alguna razón que todavía no alcanzo a colegir, mi padre sólo nos llevó una vez, de día, cuando los juegos mecánicos estaban apagados, algunos cubiertos, y mi propósito, si mal no recuerdo, era ver de cerca una vaca, toro o becerro. Ahora, esa única carencia de mi infancia me persigue. Visito las ferias con toda la ingenuidad, con un indómito deseo de mezclarme con las luces, los globos, la música estridente. Lo que veo me seduce, desde el pollito de cuerda, hasta los cigarros explosivos. Corro de un lado a otro de la Central de Abastos y sueño, de verdad sueño, con ganar uno de esos enormes peluches en los cayucos. La última vez, en el mismo juego, logré 18 despreciables puntos. Mi premio, un chipote chillón que todavía conservo. Esta ocasión, las fuentes danzantes me hicieron la noche. Alelada, esperé una, dos, tres canciones para ver cómo el agua parecía quedar allí, suspendida, para después desaparecer. Observo las acrobacias del agua, sorprendiéndome cada vez que estalla en arcos, semicírculos o enormes listones de espuma. Después, sólo después, descubro el secreto: el primo de Enrique Palmeros maneja, por medios que todavía no puedo entender bien a bien, el movimiento de esas bailarinas.
Me siento pequeña y tiemblo con La Casa del Fantasma Manolo. En el fondo intuyo que las Atracciones Roca no podrían por ningún motivo tener una casa del terror digna de tal nombre, supongo también que las telarañas de algodón, las momias y las arañas de plástico deben formar parte del mobiliario; aún así, tiemblo, y tiemblo gozosa. Paso largo rato observando a las parejas que salen: unas risueñas, otras sin expresión alguna. Me aferro al brazo de Eloy y lo observo con curiosidad: parece que he logrado contagiarlo de mi euforia, parece que él también tiene miedo.

4 comentarios:

Enrique said...

Ja, ja, ja, ja... De acuerdo, las ferias son nidos del terror. Qué raro que uno las busque, y si tiene ocasión, trabaje en ellas. Tu padre debe ser un mago si te mantuvo en la infancia -la época de los miedos más deliciosos y delirantes- en otros propósitos.

Anonymous said...

Mi padre, mi padre es un mago, de sombrero de copa y conejos escondidos. De hecho me regaló alguna vez un conejo gigante, que por cierto avivaba mi delicioso y delirante miedo, tanto que dormía encerrado en el armario porque yo simplemente no soportaba su cara felpuda por las noches. Mi padre es un verdadero mago. Por cierto, el sábado volveré a ir a la feria y pediré a tu primo (que seguramente no me conoce, pero yo jamás olvido un rostro) que me permita por unos segundos hacer bailar al agua... ojalá lo haga

Pac Morshoil said...

A mí se me antoja tirar al blanco. Mi padre es ingeniero y mi madre dentista. Nada de conejos: un chihuahueño, cariñoso y estúpido, que vivió en el patio porque nunca supo cómo retener su orina cuando brincoteaba por los muebles de la sala. Ahora, una linda Rottweiler dentro de una casa que ha dejado de ser mía.

Espero todo vaya bien, manis, jaja (ando de simple =P)

Anonymous said...

Paco, el intransitable Paco... qué te puedo decir manis, la incontinencia urinaria, como la disfunción eréctil, es un problema común en ciertas especies de la fauna.. te recomiendo, eso sí, una coca cola muy fría. Todo tranquilo, mis problemas legales casi solucionados.