para R, donde quiera que esté

Te llamabas vendaval y pertenecías a esa incierta zona del color. A esa franja luminosa que en los lienzos es remedo. Contrafacto.
Asistíamos juntos a las vendimias familiares. Aceite o sangre. Ese era el contrabando de nuestra herencia.
Después, mucho después, vendría el tiempo de espiarnos. De mirar por la ventana tu recién hombría cincelar el costado femenino del barrio.
Mientras la niñez habrían de ser las tardes.
Tomarnos de la mano. No por nada. Quizá por el presentimiento de lo efímero. Unión momentánea en la que no había error. Esa falla que se conoce hasta después; en la primera pérdida. Cuando llega el amor o la muerte: binomio sagrado de las dioptrías.
[Y en magnificada realidad hallar cualquier resquicio para los cuerpos
libres de surcar de una dimensión
a la siguiente]
Sin embargo, fueron esos días la infancia. Los crepúsculos de piedra, laberintos para las hormigas. Compañeras indestructibles que siempre escalaban más allá. Sin importar qué tan laberíntico el juego de los guijarros.
Éramos aún ninguna mitología. Nada de hilos ni mujeres con nombres iniciáticos como el amor. Nuestros laberintos, sólo prodigio del escape o la permanencia. Simplísima dicotomía. Hábito binario de burlar los intermedios: el terror a los impares.
Contigo. Sólo correr si era posible para fingirte derrotado. Someterte y presumir mi elasticidad en las alfombras donde era yo el universo sorpresivo: piernas que se abrían sin pudor ante la duda. Un nudo apenas concebido en la mirada cuando tú no eras más que la expectación. Imitador por complacencia. Por ese tácito decir que desde siempre entre los sexos cuando no hay remedio.
Después vendría el tiempo.

4 comentarios:

Rubén Amador said...

Me encanta el carácter caleidoscópico de tus poermas. Éste por ejemplo esconde cosas, sugiere, coquetea, se distorsiona, te engaña... y las imágenes que evoca son como disparos de algún relfejo sobre tu pupila que no sabes de donde provino, tan breves que apenas puedes alcanzarles.

Celestino Lugo said...

Valió la espera.
De acuerdo con Rubén. Estupendo juego el tuyo.
Qué envidia de R.
Un abrazo.

Mariela Alatriste said...

Y qué pasó con R?

Elizabeth said...

Muchas gracias a ambos por los comentarios. Siempre es alentador(además de sano) recibirlos. Para eso mantengo activada la opción de comentarios. Un abrazo para ambos. No, no, dos abrazos. Uno para cada quien... jaja.

M, R se fue. Se fue tan lejos que nunca he podido alcanzarlo, ya ni en sueños. Todos los días voy olvidándolo un poco más, casi sin querer.